“El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe”
Alexis Carrel
Los especialistas en marketing político en Estados Unidos distinguen tres grandes factores que influyen en la motivación del voto.
En primer lugar, tenemos el llamado “voto social”. Es aquel que viene vinculado a un grupo o clase social determinados. Puede también venir definido por el sexo, el nivel de renta, la profesión, el hábitat urbano o rural, y por supuesto la familia. El hecho de pertenecer a un grupo concreto condiciona el voto, aunque no siempre en el mismo sentido. En ocasiones, produce el efecto contrario: en su día, los hijos de los hippies de los 60 votaron masivamente a Ronald Reagan. Era un fenómeno muy bien narrado en aquella serie mítica, “Family ties” (Enredos de Familia, con Michael J. Fox). En los Estados Unidos, también la raza o la religión son un factor clave para decantar el voto. Hay colectivos, familias, poblaciones o incluso estados que votan mayoritariamente demócrata o republicano por tradición, por adscripción social. Del mismo modo, la pertenencia o afiliación a un partido o sindicato también condiciona el voto en un sentido u otro (al menos en teoría…)
Existe también un “voto emocional” o “psicológico”. Como nos recuerda Lakoff, a veces la gente vota incluso en contra de sus propios intereses. Normalmente ocurre cuando los candidatos tienen un carisma especial (en España había muchos electores, a menudo de una cierta edad, que votaban a “Suárez” y luego a “Felipe”, aunque no compartieran su ideología, por otra parte no excesivamente definida en ninguno de los dos casos). También ocurre cuando se vota “en contra de”, en lugar “de a favor de”. Hay un elemento emocional muy potente, casi irracional en esos casos (las crisis potencian ese tipo de voto), que pretende “expulsar” del poder a determinados partidos que han llevado a cabo una gestión demasiado dura con algunos grupos sociales.
Y en tercer lugar, está el llamado “voto racional”, producto de una reflexión o cálculo por parte del votante. Es el voto del ciudadano que analiza, que es capaz de escuchar argumentos, que con frecuencia es quien decanta la balanza en unos comicios, y que es más susceptible de ser persuadido. Es el que tiene en cuenta la gestión del gobierno saliente y vota en consecuencia (voto retrospectivo), o el que vota en función de sus intereses a partir del coste y beneficio de las diversas ofertas que se presentan (teoría económica del voto) o el que ejerce el llamado “voto responsable” (vota a quien considera que es más conveniente para el país en cada momento, aunque no se identifique con el partido o candidato ni por razones sociales ni emocionales).
Pero en determinadas coyunturas (las crisis económicas duras como las que hemos vivido estos últimos años son el ejemplo más claro), existe un cuarto elemento que a veces se solapa con los anteriores y que podríamos denominar el “factor moral”. Creo que va a ser el factor condicionante de las diferentes convocatorias electorales previstas para 2015. Especialmente para el Partido Popular, a causa de los diferentes escándalos de corrupción que han salido a la luz durante la legislatura que se acaba: Gürtel, Bárcenas, Palma Arena, los cientos de imputados del partido, Bankia y las tarjetas black, y sobre todos ellos, el espectáculo de la detención del, entre otros cargos de renombre, exvicepresidente del Gobierno Aznar, Rodrigo Rato.
Una ciénaga de inmoralidad rodea al PP en estos momentos y creo que ya no tienen tiempo material de taparla y limpiarla con nada. Ese “factor moral” citado hará que muchos exvotantes del PP (de los de toda la vida, los que le han votado siempre por motivos sociales o emocionales) castiguen duramente a su partido (en especial ahora que disponen de una alternativa “tranquila” como Ciutadans, sin necesidad de arriesgarse por una apuesta tan incierta y que les provoca pavor como Podemos). Los estrategas y dirigentes del PP no lo entienden. No pueden entender cómo lo que ellos consideran grandes logros en política económica no se convierten en un elemento prioritario para convencer de nuevo a sus fieles seguidores. Y apelarán al miedo, intentarán desacreditar por todos los medios a sus adversarios. Pero ese factor moral es muy potente. No sólo es la corrupción, aunque sea sin duda el elemento clave de ese desapego moral. Es que además han incumplido su programa electoral de manera desvergonzada. Desde su política impositiva, hasta ejemplos tan evidentes como la ley del aborto: en su día presentaron un recurso contra la ley vigente de Zapatero ante el Tribunal Constitucional (que como jurista considero que tiene muchas posibilidades de prosperar ya que prescinde totalmente de la protección del nasciturus, contra la reiterada doctrina del propio TC), preparan un proyecto de ley que acaba siendo retirado (y de paso acaba con la carrera del ministro que lo presenta) por un mero cálculo electoral. Luego lo sustituyen por una reforma tibia que tan sólo obliga a las menores de 18 años a obtener la autorización de sus padres para abortar, algo que parece tan obvio que no se entiende como hay quien que lo discute. Y el final de la historia es que un montón de gente acaba descontenta: los abortistas más radicales les acusan de que “ha vuelto la Inquisición” y una parte importante de sus votantes tradicionales, los sectores provida, se manifiestan contra el Gobierno de manera masiva en Madrid, e incluso alguno de los diputados del grupo parlamentario popular en el Congreso rompe la disciplina de voto y se pronuncia en contra del proyecto de su propio partido. Es todo un síntoma de lo que les va a ocurrir sin duda en las elecciones: los que nunca les han votado tienen un millón de razones para no votarles y apoyar a cualquiera que sea capaz de desalojarlos del poder. Y un porcentaje muy importante de sus votantes, por razones morales, va a abandonarlos, quién sabe si de manera definitiva.
Y no hay nada peor que asistir a una muerte anunciada (o a un naufragio, en el mejor de los casos) y no saber cómo evitarlo.
En menor medida, creo que también ese elemento moral afectará en Catalunya a muchos votantes tradicionales de CiU como consecuencia del “cas Pujol”, a pesar de los esfuerzos de la federación por centrar el debate en torno al “procés” y la independencia. Veremos lo que ocurre en las elecciones municipales y si finalmente el President Mas convoca elecciones anticipadas, que aún no está claro…