Hoy miércoles, 9 de octubre, se cumple un mes desde el inicio de la nueva temporada de la programación televisiva, tras la pausa estival. Durante todos estos días, como si se tratara de una competición deportiva, se está produciendo un seguimiento especial de la audiencia de dos programas del denominado “acces prime time” (el espacio que cubre desde el final del informativo nocturno hasta el programa principal de cada cadena entre semana (el “prime time”). Se trata, como todo el mundo sabe, de “El Hormiguero” (Antena 3), un programa que lleva 18 años en antena, y “La Revuelta” (ahora en TVE, antes “La Resistencia” en Movistar). El presentador del primero es Pablo Motos, y su programa incluye, además de una entrevista con un personaje conocido de actualidad, una tertulia de manera periódica con colaboradores que acostumbran a ser bastante críticos con el Gobierno que preside Pedro Sánchez. El segundo programa lo presenta David Broncano, y lo produce El Terrat junto con la productora del propio Broncano y sus socios, Encofrados Encofrasa S.L.
Durante este mes el programa de Broncano ha superado en audiencia a su supuesto competidor en 14 ocasiones, frente a las cuatro veces en que ‘El Hormiguero’ fue por delante. Entre los dos han liderado las audiencias en el conjunto de España con balance bastante equilibrado: 10 victorias para ‘La revuelta’ y ocho para ‘El hormiguero”.
En apariencia, la apuesta de los responsables de RTVE de fichar a Broncano y su equipo por 28 millones de euros en dos temporadas (unos 87.000€ por programa) ha sido un éxito.
Pero, si profundizamos un poco, veremos que los datos pueden ser algo engañosos.
En primer lugar, si la idea era competir “contra” El Hormiguero (y, por tanto, restarle audiencia porque el gobierno socialista no estaba satisfecho con las críticas que recibe diariamente del programa) el éxito es relativo, incluso podríamos hablar de fracaso. Desde que empezó la temporada el programa de Motos no solo no ha perdido audiencia en relación con temporadas anteriores, sino que algunos días incluso la ha superado. La cadena no se ha resentido de la competencia, sino que se consolida (tras un verano liderado por RTVE gracias a la Eurocopa y los Juegos Olímpicos) como la cadena más vista de España, liderando desde la franja ocupada por Pasapalabra hasta el informativo nocturno de Vicente Vallés, que consiguen un efecto arrastre entre un público adulto muy interesante como target comercial e ideológicamente cercano a los postulados del grupo Atresmedia (ancorado en la derecha) y nada molesto con las críticas al sanchismo.
Si, por el contrario, la idea era incorporar nuevos públicos (más jóvenes) a la televisión convencional y “robar” espectadores a otros programas de la misma franja (como El Intermedio, por ejemplo), entonces, con independencia del coste para el bolsillo del contribuyente, el éxito es absoluto.
Ahora bien, hay un elemento que creo que en este supuesto combate a dos (como en “Los Inmortales”, a veces parece que solo pueda quedar uno) no se ha tenido suficientemente en cuenta.
Como he comentado alguna vez, formé parte del Consejo de RTVE durante el período 2007-2012 (y fui presidente interino durante el mes de febrero de 2012), el mejor de los últimos 30 años en cuanto a datos de audiencia y pluralidad informativa.
Cuando, bajo la presidencia de Luis Fernández, el aparato de la radio y televisión pública de titularidad estatal empezaba a funcionar como un reloj (cabe recordar programas tan exitosos como 59 segundos, Águila Roja o Tengo una pregunta para Vd, además de la resurrección definitiva del festival de Eurovisión), el gobierno socialista de Zapatero decidió suprimir la publicidad de RTVE. La medida, aplaudida de manera apasionada por el grupo parlamentario socialista donde la presentó el presidente del Gobierno, respondía a una fuerte presión de las cadenas privadas que no querían compartir el pastel publicitario con una corporación pública (lo consideraban competencia desleal).
Así pues, desde 2009 (en plena crisis económica), RTVE dejó de contar con recursos económicos derivados de la publicidad comercial (más del 50% de sus ingresos). Y así, hasta hoy.
Por ello, plantear la batalla por la audiencia entre dos competidores que juegan en ligas distintas (la cadena privada vive de la publicidad y la pública básicamente de los ingresos que recibe de los presupuestos generales del Estado) es absurdo. Pretender hundir a la competencia con un programa emitido desde una televisión pública con la idea de liderar la audiencia sin incrementar los ingresos, simplemente para obtener más notoriedad o más influencia en los espectadores y restársela a tus competidores (cosa que, como hemos dicho, tampoco se ha conseguido), no tiene ningún sentido. Lo único que van a lograr será, si en algún momento El Hormiguero se resiente realmente por culpa de su competidor, “cabrear” a Atresmedia y que las críticas contra el gobierno sean cada vez más duras (creo que, en realidad, eso ya está ocurriendo).
La Revuelta me parece un programa interesante, original, pensado para un público más bien joven que no veía hasta ahora la televisión en directo, pero que no parece que vaya a instalarse como espectador habitual de TVE, a seguir sus informativos o a restarle audiencia a Antena 3.
En términos de competición deportiva, tal vez Roncano gane algunos partidos, pero son partidos amistosos (aunque él puede estar muy satisfecho). Pero en la Champions de verdad (donde se juega el dinero) participan otros equipos, y en otros campos. Puede resultar muy peligroso, y contraproducente, conseguir que pierdan una parte de sus recursos en favor de alguien que no los puede aprovechar.