Intuyo que decidiste marchar de este mundo para no ver lo que pasará en él. Te fuiste sin conocer la victoria de ese tipo tan peculiar y alejado de todo lo que tú representabas.
Los Estados Unidos tienen nuevo presidente y desde hace unos días un inmigrante menos que expulsar (hace años que dejaste el Quebec, tu lugar de nacimiento, para residir en Los Ángeles).
Así que con tanto acontecimiento político que analizar, me olvidé de rendirte mi humilde homenaje, aunque tus canciones llevan días en mi cerebro dando vueltas sin parar.
¿Quién está llamando, Leonard? A través del fuego, del agua, ¿quién, debo decir, está llamando?
Tus amigos se han ido, tu pelo está gris, sientes nostalgia de los lugares donde jugabas de niño, y sigues loco de amor, pero ya no lo sientes. Y has dejado de pagar la renta de la Torre de la Canción.
Ella sigue de pie, al otro lado del río, tan ancho, mientras los puentes se están quemando, los que deberíamos haber cruzado.
Te despides, no sabes cuándo volverás, pero te escucharemos cuando ya te hayas ido, cuando nos hables dulcemente desde la ventana de la Torre de la Canción.
Baila con nosotros hasta el fin del amor, tiernamente y durante mucho tiempo, por los niños que piden nacer, a través del pánico, hasta el fin del amor.
Nos encontramos entre los trenes que estábamos esperando. Creo que es hora de subir a otro.
Encontrémonos mañana si quieres en la orilla, bajo el puente que están levantando sobre un río sin fin.
Enterrarás tu alma en un libro de recuerdos, después de bailar el último vals.
Hasta la vista, también a ti, Marianne, ya es hora de que empecemos a reírnos y llorar y llorar y reírnos de todo.
Fue un placer vivir contigo, hacías que nos olvidáramos de todo, hasta de rezar a los ángeles y ellos luego se olvidaban de rezar por nosotros.
A partir de ahora, permaneceré ante El Señor de la Canción, sin nada más en mi lengua que el Aleluya.
Good bye, Leonard!
José-Manuel Silva
Abogado y periodista
(*) Post sólo para iniciados