
El mío fue un ejemplar de “Las mil y una noches” que descubrí en casa de mis abuelos maternos. Creo que tendría apenas 7 u 8 años. Una edición de la Editorial Ramón Sopena de 1942 que los Reyes Magos le trajeron a mi madre en 1945.
Era una primera edición en castellano de la versión en francés de Antoine Galland, traducida por Pedro Pedraza y Páez. Una versión más suavizada de la original de 1704 de Richard F. Burton y Geraldine MvCaughrean, una recopilación de cuentos traducidos del árabe con forma de relato emmarcado (cada noche un cuento interrumpido de Sherezade al Sultán para evitar que la sacrifique al día siguiente), que a su vez provenían de un antiguo libro persa llamado Hazar afsana. Posteriormente, el gran Vicente Blasco Ibáñez también tradujo una versión muy conocida.
Ese libro me marcó para toda la vida. Y me aficionó irremisiblemente a la lectura. Pues bien, lo he recuperado y lo he releído estos días. Está repleto de episodios políticamente incorrectos, desde pederastia, asesinatos (especialmente feminicidios), incesto, machismo…
Pero conserva toda la magia de la buena literatura y no creo que haya influido negativamente en mi pensamiento por haberlo leído cuando era tan pequeño. La libertad de creación y de expresión es sagrada y no podemos quemar libros ni derribar estatuas que nos recuerdan de dónde venimos, aunque no sea agradable a veces recordarlo y nuestra sociedad sea tan diferente. Los libros reflejan una época y nos transportan hacia otros mundos, a menudo de ficción, que nos hacen volar la imaginación, que nos ayudan a soñar.
Desde entonces me han acompañado toda la vida la magia de Sherezade y los personajes de sus cuentos, como Aladino, Simbad, Alí Babá y los 40 ladrones… Aquellos cuentos que a ella le salvaron la vida. Y quizás a mí también.
Feliz día de #SantJordiEstiu. Nunca dejéis de leer.
Hola. A mi me pasó exactamente lo mismo que a ti, con el mismo libro, mi primer gran libro. Quiero decir el mismo, de 1942 (Ed. Sopena). Tendría unos 10-11 años. Quedé prendado de “Las Mil y una Noches” para siempre, hasta el punto de comprar y leer de mayor las de Blasco Ibáñez. Una cosa que recuerdo perfectamente es que si bien “viajaba” con las historias, también lo hacía con las ilustraciones del comienzo de cada capítulo. No imaginas cómo me atraparon. Lo curioso es que en casa de mi abuela desapareció el libro en una limpieza y años después, cuando fui a recuperarlo no lo encontré. Así que, con sólo el recuerdo del libro de un niño, me puse a buscarlo en internet… hasta que después de mucho indagar descubrí qué edición era y lo pude comprar en muy buen estado en Todocoleccion. La anécdota es que un día lo encontré en casa de mi abuela, ¡no lo habían tirado! Así que ahora hay dos ejemplares, pero el que compré está en mi casa y lo guardo con mucho cariño.
Disculpa, Antonio, he tenido el bloc descuidado durante las Navidades. No sólo no has faltado en nada sino que te agradezco mucho el comentario y te pido disculpas por haber tardado tanto en leerlo y subirlo al bloc. Un abrazo tintinesco!