He escrito alguna vez que uno de los momentos más emocionantes que he vivido en los últimos años fue un concierto de Sabina y Serrat en Madrid, en el Palacio de los Deportes de la Comunidad, lleno a rebosar. Cuando le llegó el momento a “Paraules d’amor”, todo el público al unísono, mayoritariamente madrileño, se lanzó a cantar a pulmón la letra de una de las canciones de amor más bellas nunca jamás escritas.
Aquel día pensé que no todo estaba perdido. Que esa es la España que me gusta, “Mi querida España”, como cantaba Cecilia.
Una España con un idioma en común, con una historia de guerras, conquistas y reunificaciones, como todos los estados de Europa. Pero, sobre todo, una España diversa, que cree y ama su diversidad cultural, lingüística, ya que esa pluralidad es la que le da sentido. Si España no es diversa, ¿qué es? Además del idioma y los símbolos comunes, en una época de iconoclastas, sin la diversidad de sus pueblos, España no sería nada. Cuando el nacionalismo habla de España, tanto unos como otros, nunca sé exactamente de qué hablan. ¿De Madrid, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo y en la que vive una mayoría de gente que viene de otros lugares? ¿De Euskadi, de Galicia, de Andalucía, de Cantabria, de las Baleares, o de las Canarias, todas ellas tan distintas entre sí?
Por eso creo que la polémica de estos últimos días sobre el teatro en castellano en Barcelona es falsa. Si un actor como Toni Cantó, que ha sido elegido diputado por un partido y ahora ocupa un cargo autonómico nombrado por otro partido distinto, dice que no encuentra trabajo en Barcelona porque sólo se hace teatro en catalán, miente. Tal vez habrá otras razones, aunque ser actor y político tienen muchos elementos en común y no debería ser complicado encontrar un papel para él.
En Barcelona hay oferta de teatro en castellano desde hace muchos años, porque hay demanda y un público dispuesto a verlo. Ese no es el problema. El problema real es que la cultura en castellano en Cataluña no se considera cultura catalana por parte de los poderes públicos, aunque forma parte de la diversidad que también es la esencia de nuestra comunidad, como lo es de toda España. Ni el que canta en castellano, ni el que escribe novela o teatro en castellano puede aspirar a obtener ayudas públicas de la Generalitat, porque no se considera parte del acervo cultural catalán, cuando la presencia del castellano en toda España, incluida Cataluña, está documentada desde 1559. Es decir, dos siglos antes de Decreto de Nueva Planta y cuatro antes de la Dictadura de Franco[1]. Hace más de 600 años que se habla la lengua de Cervantes en Cataluña.
La iniciativa privada en Barcelona, un sector cultural antaño muy potente, sabe que hay público para el teatro en castellano, y por eso se juega su dinero, aunque no cuente con apoyo ni recursos públicos. En cambio, he revisado las 25 obras de teatro programadas en el Teatre Nacional de Catalunya durante la temporada 2020-2021: sólo he sido capaz de encontrar una obra en castellano, titulada “Malditas plumas”, de la bailarina Sol Picó. Una sola obra, y es “danza contemporánea”. El Teatre Nacional es una infraestructura pública, faraónica, que pagamos en su día todos los catalanes.
En Girona, en el Teatre Municipal, de las 10 obras que se programan actualmente, el porcentaje mejora algo. Una obra llamada “Hermana, ya no”, de un promotor externo y dirigida por la actriz de origen senegalés Katja Diao, sobre la discriminación de raza y género. Otro denominado “¡Qué buen día!, un espectáculo infantil protagonizado por Maite Guevara, actriz física, payasa, clown, nacida en País Vasco (España), tal como explica en su web. Y un tercero llamado “La Punta de la Nariz”, del Kolektivo Konika, un espectáculo circense “sin palabras”. Se trata de un grupo de 5 mujeres y la obra cuenta con el apoyo del Gobierno vasco. Tres de diez y sin demasiado texto.
En el teatro Kursaal de Manresa, por ejemplo, no he encontrado ni una sola de obra de teatro en castellano programada, aunque sí alguna actuación musical en esa lengua.
En Lleida, de aquí a final de año, no hay ni una sola obra de teatro programada, ni en catalán ni en castellano (ese es otro problema, el de la situación endémica del sector teatral en toda Catalunya, con independencia del idioma).
En resumen, que fuera de Barcelona, y del teatro privado, es realmente difícil encontrar oferta de teatro en castellano en Catalunya, tanto como encontrar en Madrid oferta de teatro en otras lenguas españolas distintas al catalán.
Tal vez España tiene arreglo, y tiene futuro, pero solo si se garantiza su diversidad. Estamos a tiempo, y muchos catalanes estamos deseando que ese momento llegue para cerrar de una vez cualquier tentación secesionista.
José-Manuel Silva
Periodista y abogado
Profesor de Periodismo UAO/UAB
[1] V. por ejemplo El rumor de los desarraigados: Conflicto de lenguas en la península ibérica, del lingüista Ángel Lopez García-Molins. Premio Anagrama de Ensayo en 1986, o la magnífica y más reciente Otra Cataluña: Seis siglos de cultura catalana en castellano, de Sergio Vila-Sanjuán (Destino, 2018).