“Parece que no existimos”

Barcelona, 11 de setiembre de 2018, 12 del mediodía. Un local cerca del Paralelo. Diada Nacional de Catalunya. Es festivo, pero Juan (Jaén, 1958) se ha levantado a las 5 y media de la mañana y se ha venido desde Santa Coloma (“Santaco”, le llama él) con una vieja furgoneta destartalada (30 años y más de 200.000 km) que está “customizando” para una de sus hijas. Le han prestado las herramientas en un local comercial en obras de un antiguo cliente y me lo encuentro recortando con una sierra electrónica una de las piezas para cubrir la parte interior del vehículo. “Están de moda, mi hija la quiere para viajar por ahí, como los hippies, se la voy a dejar como nueva”. “¿Y el motor?”, pregunto. “Está estupendo, como yo”, y se pone a reír. A sus 60 años Juan se conserva bien, está fuerte y delgado, pero uno de sus brazos tiene el bíceps descolocado. “Le llaman el “brazo de Popeye”. “Mira”, y mueve el músculo del brazo (la “bola”, como decíamos de niños) de un lado a otro”. “Soy albañil, y fontanero, pero de los finos, ¿eh?, de los de antes”. “Me caí de un andamio, y el brazo me quedó así”.

Juan está sin trabajo, desde hace tiempo. De hecho ahora está de baja médica, por depresión.

“Todo me sale mal, no le veo sentido a la vida, tengo ganas de morirme”. La verdad es que tiene algunos motivos. “En los buenos tiempos facturaba 13 o 14 mil € al mes y tenía gente trabajando para mí. Era una máquina de ganar dinero, no paraba en todo el día de currar. Estaba pensando incluso en jubilarme a los 50. Me había arreglado una casita en Jaén, la dejé como una patena, daba gusto verla. Ya no necesitaba ganar más, tenía suficiente. Y quería volver a mi pueblo, ya no me gustaba el ambiente que empezaba a haber en Catalunya. Lo teníamos todo planeado, pero mi mujer se echó para atrás en el último momento. Y en 2007 me convenció para comprar un dúplex en Santaco, 500.000€, 200 metros cuadrados. Yo creo que ella ya estaba pensando en divorciarse, pero le hice caso y nos quedamos. Tuve el accidente del andamio, me pilló la crisis económica, tuve que rehipotecar el piso. Y en efecto nos acabamos divorciando, un desastre. Vivo en un cuchitril, en un tercer sótano de un parking, de prestado, no entra ni una luz. Me estoy volviendo loco. El trabajo se me acabó con la crisis inmobiliaria, me quedé sin dinero. Tengo 2 hijas mayores, una veinteañera y otra de 35. A los 17 dejé embarazada a mi primera mujer. Nos separamos y después me volví a casar con la segunda, de la que también me separé. Pero mantengo una buena relación con las dos. Soy muy temperamental, pero en el fondo soy buena persona, de verdad. No aguanto las mentiras, digo lo que pienso, me gusta la gente que va de cara. Pero ya veo que estoy fatal. Un médico que me atendía me recomendó en abril que fuera a un retiro religioso cerca de Vic. Me dijo que iba gente con problemas parecidos a los míos y que tal vez me podían ayudar. Pensé que nada podía ir peor, y le dije que sí. Mi segunda boda fue por la Iglesia, a ella le hacía ilusión. Yo siempre he sido un rojo, y republicano, de los de antes, pero tal vez creo en algo, no sé. Me dijeron que era un sitio tranquilo, en la montaña, así que me apunté. Al menos tenía una ilusión, una esperanza”.

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Juan V. I. (hemos decidido por prudencia mantener sus apellidos en secreto) es el mayor de 7 hermanos. Si no fuera porque he hablado personalmente con testigos presenciales, me ha enseñado las fotos, los partes médicos, las denuncias, la citación judicial, tal vez habría dudado de su historia. Pero las evidencias no engañan y en todo caso habrá que dilucidar los hechos ante el juez. Está claro que Juan no está pasando por su mejor momento, y su vida no ha sido nada fácil, aunque cuando hablé con él en ningún momento tuve la sensación de que me estaba engañando. Al revés, su relato es coherente y él parece muy sincero. Uno de sus hermanos, Manuel, se suicidó hace un par de años. También era depresivo. Dejó de tomar la medicación y un buen día se lanzó por el balcón. Envió a su mujer y a sus hijos a hacer unos recados y cuando volvieron se encontraron la ambulancia y el cadáver aplastado con la cara en el asfalto y los brazos en cruz. No había duda, se había quitado la vida voluntariamente. No había superado la muerte de la madre, Rufina, 6 años antes. También se suicidó. Se tiró por el patio de luces del edificio de 9 pisos donde vivían. El matrimonio había llegado a Catalunya hacía años, alguno de los hijos nació aquí. Vivían todos entre Santa Coloma y Badalona. El padre, José, enfermó de alzheimer y murió también hace un tiempo. A pesar de todo, conserva un cierto sentido del humor. Le he invitado a unas cervezas y hemos acabado riéndonos de sus percances.
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P. ¿Qué pasó el 6 de abril, Juan?
R.- Era viernes, habíamos quedado en la Plaza Francesc Macià, en Barcelona. A los que no teníamos transporte nos llevaron en dos furgonetas. Yo me había hecho a la idea de que íbamos a un sitio aislado, en la montaña, en silencio, tenía mi propio montaje de cómo sería. La gente era muy amable, todos gente de 40 o 50 años, con buen aspecto. El que más cantaba allí era yo, con mi mochila y esta pinta que llevo. Llegamos a un pueblo que se llama Sant Julià de Vilatorta, cerca de Vic. Cuando entras por la carretera, en la primera rotonda ya ves un cartel que dice “Benvinguts a la República Catalana, Municipi per la Independència”, y todos los árboles y las farolas decorados con grandes lazos amarillos. A mí ya no me hizo mucha gracia, la verdad. Aquellas mansiones a los dos lados de la carretera y pancartas pidiendo la libertad de los presos. En su casa o en su solapa que pongan lo que quieran, pero en sitios públicos me molesta, no deberían hacerlo.
P.- ¿Por qué? ¿Por qué te molestan los lazos en los árboles o las pintadas?
R.- Pues aparte de ensuciarlo todo, es que creo que nos están mintiendo. Nos dicen que vivimos en una dictadura, que no hay libertad, que hay presos políticos, y no es verdad. Yo viví la dictadura de Franco, nada que ver. Si están en la cárcel es porque han hecho algo, digo yo, no porque sí, no por lo que piensan. Hay mucha más gente independentista que piensa igual y no están en la cárcel.
P.- ¿Y qué ocurrió al llegar al destino?
R.- Pues paramos en un gran aparcamiento de una de las mansiones, al lado de la carretera. Como ya te he dicho, yo iba con mucha ilusión, me imaginaba un remanso de paz, un sitio perdido en la montaña. Y cuando llegué allí, con todos los coches, junto a la carretera, pensé que no era lo que me habían contado. Y se me cruzaron los cables, ya te he dicho que no estoy demasiado bien, y dije que me quería ir. Me intentaron convencer con buenas palabras, era muy buena gente, pero yo cogí el petate y me salí a la carretera, andando.
P.- Pero te habían llevado en coche, ¿cómo pensabas volver a casa?
R.- No sé, pensé que ya encontraría un autobús, había visto una parada allí cerca, tal vez podía llegar a la estación de Vic. Quería irme, estaba muy agobiado. Y al salir, y con todos aquellos lazos enormes en los árboles y en las farolas…
P.- ¿Qué hiciste?
R.- Llevo siempre en mi mochila un tenedor y un cuchillo pequeño para hacer picnic en la playa. Me encanta sentarme en la arena y mirar el mar. Como no trabajo y estoy de baja me voy muchos días a tomar el sol y me llevo algo de comida. Saqué el cuchillo, me lo escondí detrás de la palma de la mano y empecé a cortar lazos de los árboles y de las farolas haciendo zigzag, de un lado a otro. Siete u ocho. Estaban muy arriba, me costó un poco. Pero estaba cabreado por todo, y no pensé demasiado en lo que hacía…
P.- ¿Alguien te vio?
R.- Sí, sí, alguno de los de la casa de ejercicios estaban allí cerca. Y vi algunos coches en la carretera. Al cabo de unos minutos pasaron dos coches y al verme pararon en seco, dieron un frenazo y giraron hacia donde yo estaba, junto a la calzada. Uno de ellos era un Volkswagen negro, seguro. Tipo Polo o Golf. El otro no lo recuerdo. Iba un pasajero en cada coche. Yo me asusté y tiré el cuchillo al suelo, en unos matorrales, sin que lo vieran. No quería más problemas ni enfrentarme a él. Si no lo llego a tirar no sé qué hubiera pasado.
P.- ¿Y te increparon o te dijeron algo?
R.- Pararon en el arcén. El del segundo coche se quedó dentro, pero del primero salió un chico joven, de unos 30 años con un bate de béisbol enorme. Salió del coche con el bate en la mano. Y se dirigió hacia mí y empezó a gritarme en catalán: “Fatxa de merda, què ets de Tabàrnia?, et vaig a matar!” Se abalanzó sobre mí y empezó a golpearme con el bate en mi brazo lesionado y en el muslo. Me pegó unos cuantos golpes muy fuertes en el brazo. Yo creo que el bate era de acero, no de madera. Por el ruido y el frío que sentí, ¿sabes? La madera suena distinto. Era de acero seguro.
P.- Y tú cómo reaccionaste? ¿No les dijiste nada?
R.- Pues no sabía qué hacer, me quedé sin habla. No dije nada, nada de nada. Me dolía mucho el brazo, me dio justo en el bíceps que tengo mal, me hizo mucho daño. Y entonces empezó a darme puñetazos en la cara, en el mentón, en la frente, entre las cejas, empecé a sangrar y me caí al suelo. Me quedé como inconsciente, no recuerdo nada más, tengo como una laguna mental. Las personas de la casa de ejercicios salieron a parar a aquel tío y llamaron a la ambulancia y a los Mossos. Los agresores se fueron pero les tomaron la matrícula. Me dijeron después que vino hasta el alcalde del pueblo a pedir disculpas. Hay un montón de testigos. Alguno de ellos está citado para el juicio. Me llevaron al hospital de Vic. Una vez allí estaba muy nervioso, con todo el brazo y la cara llenos de moratones (me enseña las fotos que hicieron en el hospital) llamé a mi exmujer. Llegó con una de mis hijas al cabo de una hora. Ella fue quien hizo las fotos, yo se lo pedí. (Las fotos no engañan, su cara parece un mapa, lleno de morados, el brazo herido, marcas en todas partes).

P.- ¿Te ingresaron en el hospital o volviste a tu casa?
R.- No, me atendieron en el Hospital y luego mi exmujer me llevó a casa, eran casi las 9 de la noche. Pero cuando ya habíamos salido de Vic nos llamaron los Mossos. Dijeron que teníamos que poner la denuncia en la comisaría de Vic. A mí no me hacía mucha gracia, prefería hacerlo en Badalona, me daba más confianza, pero volvimos. No es que no me guste Vic, el embutido es excelente, pero quería irme de allí. Al final pusimos la denuncia. Aquí la tienes (me enseña la denuncia y el parte de lesiones del Hospital). Tenía una herida entre las cejas con edemas y hematomas, además del brazo. Al día siguiente estaba más tranquilo y me fui al ambulatorio de Santa Coloma de urgencias y el día 8 al Hospital de Badalona (me muestra también el parte del hospital). Me dolía mucho el brazo, pensaba que me había roto algo. Me hicieron radiografías, por suerte no había rotura, sólo una fuerte contusión. Me pusieron hielo y un vendaje compresivo para inmovilizarlo. Durante una semana fui con el brazo en cabestrillo. También fui a Badalona, a la Comisaría de los Mossos, a ampliar la denuncia. Quería explicar bien y con más calma lo que había pasado (me enseña también la denuncia).
P.- ¿Y no se lo contaste a nadie más, aparte de la gente que había en la casa de Sant Julià?
R.- Lo pensé, yo quería explicarlo, pero me dijeron que era mejor no removerlo. Estaba un poco asustado, tengo un montón de problemas, no quería meterme en más líos. Además me había ido de la casa, tenía que haberme quedado, ellos lo vieron todo y me ayudaron.  (en realidad, algún diario como la edición digital de La Vanguardia o naciodigital.cat, publicaron alguna información sobre el incidente en abril que pasó bastante desapercibida).
P.- ¿Y por qué ahora has accedido a contármelo?
R.- Ya han pasado unos meses, y estoy muy indignado con lo que pasa en Catalunya, si seguimos así acabaremos en una guerra civil. Y parece que sólo pegan los de un lado, seguro que hay más gente como yo que no dice nada por miedo. Quiero que se sepa que también hay independentistas que pegan, ese tío estaba como loco.
P.- Pero tú crees que esto se arregla quitando lazos, Juan…?
R.- Tienes razón, esto lo tienen que arreglar los políticos, pero no lo hacen. Los políticos catalanes sólo hablan de independencia desde hace años, no se dedican a gobernar. No se dan cuenta de que aquí hay mucha gente que opina distinto. Es un desastre, tienen que dialogar, hay que ceder y pactar… Pero los sitios públicos son de todos, la calle no es de ellos, no pueden ensuciarlo todo, y no soporto las mentiras, ya te he dicho que yo creo que en España no hay presos políticos. Tienen que arreglarlo, no podemos seguir así…
P.- ¿Tienes fecha para el juicio?
R.- Sí, en diciembre. Me han asignado un abogado de oficio, no puedo pagarme uno. Ya tengo la citación (me la enseña, constan como denunciados Xavier N. B. y Xavier A. I., los presuntos agresores por un delito de lesiones, aunque él insiste en que sólo recuerda que le pegara uno de ellos).
P.- ¿Qué pensaste cuando te llamaron “facha”?
R.- Me descompone que me digan eso. Yo no soy más que un currante de Santaco. No he hecho otra cosa en mi vida que trabajar. Pero ahora parece que nosotros no existimos, sólo existen “ellos”: los catalanes de verdad, los “indepes”, nosotros es como si ya no fuéramos de aquí. Quizá tenía que haberme quedado en aquel retiro, a lo mejor me habría ayudado, estoy fatal, ya ves…

Josep Manuel Silva
Advocat i periodista
Professor de Periodisme de la UAB

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